Praga – Este convento fué fundado por la hija del rey Otokar I , Santa Inés de la familia de los Přemyslovci y hermana de Venceslao I. Originalmente, fue de la orden de las clarisas y de los franciscanos,
En el 2019, Santa Inés cumple treinta años de su canonización, esta santa es una de las patronas de Chequia, el convento que hoy en día lleva su nombre, está repleto de leyendas, algo que no nos puede extrañar ya que Praga, es como un parque temático en donde las leyendas se convierten en las atracciones que los turistas debe descubrir para sentir la emoción de su estadía en la ciudad de las 100 torres.

Las Guerras Husitas marcaron el destino de los pueblos de Bohemia. Para algunos, los Husitas fueron bandas de ladrones que acabaron con todo a su paso; para otros, son héroes que lucharon por la igualdad y la justicia social.
Es verdad que cuando llegamos a la catedral de San Vito vemos que ya el mismo emperador Carlos IV estaba molesto con la Iglesia Católica porque se paraba en las esquinas de las iglesias para vender el perdón de las almas. Por eso le pidió a Peter Parler que hiciera un mosaico en la entrada principal de la catedral, el cual está dividido en 3 partes y en un costado se ve a un monje que ha sido castigado y está siendo llevado al infierno por su comportamiento usurero.
El convento de Santa Inés es uno de los pocos monumentos católicos que durante las guerras husitas no llegó a ser saqueado por los soldados de Jan Žižka. Y como en cada esquina de la ciudad praguense existe una leyenda, hay la que nos explica el porqué esto no pasó.
Dice la leyenda que allí vivía una monja muy vieja, una seňora muy tranquila y religiosa de muy poco hablar y de mucho rezar. Mientras hablaba a diario con Dios siempre le pedía que ayudara a las monjas indefensas a salvar su convento ya que habían rumores de que los caballos de los guerreros husitas se acercaban a Praga y todos sus enemigos eran devastados de sus pertenecías, las iglesias las destruían y a los monjes los apresaban.
Una tarde, las lanzas de los temidos Guerreros del Cáliz tocaron las puertas del convento, miles de lanzas rodeaban el santuario. Ninguna de las monjas se atrevió a abrir; sólo aquella viejita de pocas palabras respiró profundo, cogió aire para llenarse de valor y luego con su mano se dibujó una cruz invisible y dijo en voz baja: ¡Qué sea lo que Dios quiera!..

Desde afuera se pudo escuchar el sonido de la bisagra oxidada que rechinaba por falta de aceite y todos comprendieron que la puerta se estaba abriendo. La viejita casi sin fuerzas abrió poco a poco los dos pesados portones de Madera y quedó ella sola parada delante de todos y preguntó: ¿Quiénes son ustedes para perturbar este recinto de Dios?
Inmediatamente un hombre muy fuerte y montado sobre un gran caballo salió de entre la multitud, era su líder Jan Žižka, y antes de que dijera una palabra los ojos de la vieja monja se llenaron de lágrimas y en su rostro se reflejaron varias emociones, por un lado alegría por el otro rabia y tristeza.
Jan Žižka bramó: «¡Señora, dígale a todas las monjas que tienen 10 minutos para abandonar este convento! Respetaré sus vidas pero el convento es nuestro».
La viejita le contestó con una voz muy triste diciéndole: ¡Jan, nuestra familia nunca te enseño a irrespetar el Templo de Dios, siempre te dijimos que era tierra santa. Ahora tú me quieres botar de ella.

Los ojos del guerrero se abrieron… como si se le fueran a salir al escuchar las palabras de la vieja que estaba parada delante de éĺ. La miró detalladamente y de su boca solo salió una palabra: ¡TÍA!
Con voz debil y partida la monja replico: ¡Sí soy yo! Y quisiera pedirte que no toques esta casa del Señor.
Jan molesto y en tono de protesta le dijo: ¡Sea, seňora, no entraremos. ¡Pero será esto la última cosa que usted me pida! Miró a sus soldados y les dijio: ¡Vamonos, que estos si son cristianos de verdad!
Así fue como una viejita valerosa rechazo al Ejército Husita que los venía a saquear y el convento ha sobrevivido al paso de la historia. Y es hoy sede de la Galería Nacional