Praga (novinky.cz) – Quien quiere luchar por la verdad, tiene que vivir por ella, aseguró ayer domingo el presidente checo, Miloš Zeman, en relación con lo ocurrido hace 50 años, cuando el estudiante universitario Jan Palach se prendió fuego a lo bonzo en la parte baja del Museo Nacional, en la parte alta de la Av. Wenceslao. Palach protestaba contra el letargo en el que había caído la sociedad checoslovaca al año de la invasión del país por parte de las Fuerzas del Pacto de Varsovia. Zeman cree que, como sea, el acto de Palach sí tuvo efecto y fue un aporte a la caída del régimen comunista en noviembre de 1989.
“Cuando alguien quiere luchar por su verdad, tiene que vivir por ella. Cuando usted se mata, entonces su vida pierde sentido y, por lo general, no produce un efecto positivo, no el que esperaban. Pero, al mismo tiempo, se da que las personas que abandonan la existencia pueden servir de aporte. Esto ocurrió incluso con el caso de Jan Palach. Su recuerdo ayudó a tumbar al régimen comunista. Pero, de igual forma, esto no es un balance a la muerte de alguien joven”, aseguró el presidente checo.
Zeman indica que la muerte de Palach ocurrió justo cuando el llamado proceso de normalización empezaba, así que su acto no alcanzó a sacar del letargo a la sociedad; algo que Palach deseaba. “Yo desearía que Jan Palach estuviera vivo. Pienso que, considerando cómo él era, que pudo haber hecho muchas, muchas cosas útiles”, sostiene el presidente. Usar ese método, de quemarse a lo bonzo, en nuestros días ya no lo considera como algo adecuado: “Durante los comunistas no habían elecciones libres, ahora sí las tenemos. Si algo a usted no le gusta, vaya a votar”.
Durante el pasado fin de semana, la misma zona que hace 50 años vio a Jan Palach correr como antorcha humana, vio no un nuevo caso más, sino dos; uno el viernes y otro el sábado. Zeman no quiere comentar, todavía sobre estos incidentes, por que no cuenta con suficiente información. Sobre su ausencia de los actos que recordaron el acto de protesta de Jan Palach, Zeman comentó que no quiso toparse con quienes se le oponen. Además, él tiene una clara posición frente a los opositores: de desprecio, de profundo desprecio. Con Palach el asunto es totalmente diferente y él expresó su respeto enviando un arreglo floral.
La Historia no recogió a todas las antorchas humanas

El presidente Zeman aclaró que, en el año del medio siglo de la muerte de Palach, él no tiene pensado aprobar el pedido de conferir una condecoración estatal a Evzen Plock, quien copió el modelo de Palach y el 4 de abril de 1969 también se prendió fuego en la Plaza principal de Jihlava. Murió cinco días después. Para el presidente hay muchas cosas imprecisas y dudas alrededor de las motivaciones de Plock.
Por cierto, la opinión pública recuerda y tiene memoria más de las antorchas humanas Jan Palach y Zajíc. De Plock no se sabe nada, ni los más cercanos a él, con el tiempo, han llegado a poder tener acuerdo en si su acto fue motivado sólo por la protesta política o si fue el climax de sus problemas personales.
Hay incluso que señalar que existe otro caso caído en el olvido. Al día siguiente de la muerte de Jan Palach (19 de enero 1969), el obrero Josef Hlavatý también se prendió fuego, pero en Pilsen, en pleno centro de la ciudad. Le toca a él ser la Antorcha No.2 (no del grupo que había sorteado suerte de Palach), pero no tiene esa calidad gracias a que los organismos del Estado ya estaban preparados y lograron hacer que su historia se olvidara y sus motivos sean considerados fútiles.
Hlavaty se roció con dos litros de queroseno y se prendió fuego a las 20 horas, en lo que hoy es la Plaza T.G. Masaryk. El alcalde mayor de esa ciudad, Martin Baxa (ODS), declaró: “Es una injusticia tremenda. A sus 25 años eligió, conscientemente una manera drástica de protestar, con lo que quería decir algo. El que, ciertamente, fue el sucesor de Jan Palach lo demuestra lo que le dijo al médico que lo atendió después de lo que hizo. Cuando le preguntó por qué lo hizo, Josef Hlavatý gritó que es por protesta contra la ocupación rusa, que no le gustan esos rusos”. Hlavatý murió el 25 de enero y el entonces presidente Ludvík Svoboda hizo una mención al incidente en un discurso televisado. Sólo que de inmediato le llovieron las etiquetas: borracho, depresivo, divorciado. Esto logró que la memoria colectiva lo borrara rápidamente de la historia.